jueves, 2 de febrero de 2012

La mora de Bullas :.


  La Mora del Salto del Usero.

 En las moras “encantadas”, asunto muy conocido en toda España se aprecia de manera excepcional como la tradición oral modifica un guión. Cada uno le pone a la historia lo que le conviene, vamos, hasta le cuelga cosas propias porque cree que es un personaje del relato o la   misma mora Encantada. Viene a ser como cuando las niñas juegan con las muñecas, que le plantan este o aquel trajecito y sueñan que se visten ellas. La historia con un marcado carácter religioso suele narrar con diferentes situaciones, amores imposibles entre católicos y musulmanes, bien porque el padre de ella se negase o por cualquier laberinto. Casi siempre venía la tragedia. De los felices ni se habla. También se dice que la mora dejó un tesoro escondido. Otras versiones hacen eco del conjuro que, pronunciado por tres jóvenes cristianos en la noche de San Juan, habría terminado con el encantamiento de las moras. Sin embargo, a juzgar por las habladurías y testimonios que se refieren a apariciones posteriores, las palabras mágicas no alcanzaron un efecto definitivo.
 En todo caso, el conjuro dice:
-Ana, tu madre me manda.
-María, tu madre me envía.
-Inés, salid las tres.
Las leyendas sobre moras que guardan tesoros en las fuentes están extendidas por todo el territorio ibérico, aunque se encuentran mejor estudiadas y localizadas en el norte peninsular. Así se tiene constancia de su existencia, formando parte de la tradición oral en León, Galicia y zonas limítrofes. Hay que añadir que su localización se ubica   generalmente en lugares muy anteriores a la conquista de España por los árabes. Pero la asimilación de “los moros” con paganos anteriores y más remotos resulta muy frecuente en las leyendas que se cuentan sobre tales lugares, en los que sí suelen haberse encontrado restos arqueológicos romanos o prerromanos.  En el sur del territorio aunque se conocen y se cuentan cientos de historias, no tienen el mismo carácter exótico que en el norte, por lo que aquí nos solemos vanagloriar de nuestro pasado romano, cartaginés, fenicio, argárico, o íbero. No obstante se han mantenido algunas tradiciones populares. Son  propias del levante español, las fiestas  que  representan   disputas fronterizas y asedios entre moros y cristianos. En nuestra Región se pueden desatacar las de Caravaca, Abanilla, Cieza, Lorca o Jumilla.
 En el caso de la leyenda sobre la mora de Bullas,  las alusiones a la época de los moros y a su asentamiento en la zona pueden resultar históricamente plausibles -pues hay restos arqueológicos que demuestran su permanencia en el lugar-, la presencia legendaria de los “moros” en zonas como Bullas parece indicar otra realidad: la resistencia de poblaciones mozárabes en reductos de cómoda defensa, donde habrían guardado lo que tenían por más valioso; y, en un sentido más amplio, la referencia a tiempos y personajes más remotos, los paganos que ya había allí con anterioridad a la llegada de los moros. Pensamos en los mozárabes como cristianos, pero se va sabiendo que la población hispano-romana, que había soportado a los visigodos y -probablemente- recibido a los árabes no con total desagrado, mantuvo en la práctica -hasta una época difícil de precisar- una cosmovisión y unas costumbres que tenían tanto que ver con el paganismo como con el cristianismo. Y esos paganos rezagados -o sus antecesores directos- quizá sean los “moros” de nuestras leyendas. La historia de la mora del Salto del Usero en Bullas puede ser bastante parecida a esta que es una de las mas extendidas.

En tiempos de las Cruzadas, vivía en las cercanías Bullas, un rico moro, tan famoso Por sus riquezas como por la belleza de su única hija a quien, a pesar de los muchos jóvenes que la pretendían en matrimonio, no mostraba ningún deseo de casarse.
Sucedió que una tarde, durante un paseo por las orillas, del río Mula cerca del paraje conocido hoy como salto del Usero, se encontró con un joven casadero cristiano que abrevaba a su caballo. De ese encuentro, nació un amor tan Intenso, que enseguida, movidos por el ímpetu desenfrenado de su juventud, y el deseo de estar juntos, decidieron contraer matrimonio. Los jovenes fueron a pedir permiso al padre de ella, que se negó rotundamente a la boda y ordenó que el joven fuera expulsado de su casa y encerró bajo siete llaves a su hija. Desesperado, el joven le hizo llegar un mensaje de despedida a su amada y embarcó hacia Tierra Santa a luchar contra el infiel. La joven mora, esperó en vano meses y meses el regreso del caballero. Jamás volvió a tener noticias suyas y tampoco jamás quiso casarse con ninguno de los pretendientes que su familia le propuso. Su padre amenazaba, su madre rogaba, pero nada podía convencerla de que tomara esposo.
Por ves si conseguía doblegar su voluntad, su padre ordenó que fuera encerada en una cueva de pastores, que sólo se le diera para alimentarse pan y agua y unos pobres harapos para cubrir su cuerpo. Todo fue en vano. La joven no opuso resistencia alguna y se dejó encerrar; encerrada siguió llorando y anhelando el regreso de su amado.

Al cabo de unos meses las sirvientes que llevaban la triste comida la encontraron muerta. Cada año en la fecha de partida de su caballero, el espíritu de la joven mora aparece en lo alto de algún otero con la vista fija y perdida en el horizonte esperando ver el regreso de su amado.
 Dese hace unos años  durante la noche de San Juan,  el paraje del Salto del Usero en Bullas  conmemora de manera festiva esta leyenda.

La Encantada de La Copa :.



Leyenda del pueblo de La Copa desconocida para muchos.

Los mitos y leyendas no están tan lejos como a veces se ha creído del rumor o del cuento. Mito y leyenda constituyen una parte poco conocida y, sin embargo, muy importante de la memoria colectiva. Sus relatos aluden a la vez al pasado y presente de los pueblos, contribuyendo a configurar un tiempo y una memoria continuos que nos dice algo importante sobre la visión que unas gentes tienen de sí mismas y de los otros a lo largo del tiempo. En la Copa existe una leyenda poco conocida y semejante en contenido a la de pueblos cercanos como, Moratalla, Caravaca, Coy, Hellin, Villarobledo, Sangonera la Seca, Puerto Lumbreras, Huescar y Baza entre otros.
 La leyenda de la Encantada está íntimamente relacionada con seres mitológicos como las Lamias y Mouras gallegas, Mari y Mairu vascas, las Anjanas cántabras y las Xanas asturianas, de hecho una y otras, en esencia, son versiones diferentes de la misma narración pero adaptadas a entornos culturales particulares. La «historia» de la encantada, en sí misma, hunde sus raíces en un tiempo en que los conocimientos y la propia historia de las sociedades humanas se trasmitían de manera oral y refleja manifestaciones del pasado de difícil explicación hoy en día. La Encantada recuerda a las ninfas de la mitología clásica (figuras femeninas jóvenes de gran belleza que se aparecen junto al agua). En muchas de ellas también se pueden intuir los precedentes de los cuentos infantiles (jóvenes de gran belleza física y espiritual son encantadas por algún poder maligno y quedan en espera de algún héroe valeroso que rompa su hechizo con una bella acción). Las similitudes entre los relatos sugieren un contacto cultural, quizá desde la prehistoria.
En la leyenda, asunto muy conocido en toda España se aprecia de manera excepcional como la tradición oral modifica unos matices, enfatiza otros y evita otros cuantos. Es propio de la comunicación humana y resulta lo mas característico  que cada uno le ponga a la historia lo que le convenga, vamos, hasta le cuelga cosas propias porque cree que es un personaje del relato o la   misma  Encantada. Viene a ser como cuando los niños se divierten con los juguetes, que hacen  esta o aquella cosa y sueñan que son ellos los que lo hacen.
Esta leyenda me llegó, mas o menos, como la voy a relatar, en La Copa existe un paraje llamado La cañada de la encantada.  Está cerca del barrio de La Loma, en dirección norte. Comienza esta cañada en un cerro rocoso denominado La peña rubia. En este cerro existen numerosas oquedades y refugios en roca, donde puede apreciarse numerosos indicios pretéritos que indican, que alguna vez  brotó allí una fuente.
Esta historia perdida en el tiempo se relató en una comida familiar, en casa de unos amigos. Charlábamos  sobre la situación geográfica de unos terrenos; la tía Antonia mencionó el nombre de la cañada de la encantada. El nombre me sorprendió y  curioso, le espeté a que dijese la situación exacta y el porqué del nombre. Ella comenzó, una historia mas o menos así:
 No lo se cierto… esto me lo contó mi abuelo...sabe Dios...pero bueno...dicen (yo no se cierto)...que se vino a vivir a la Calle Honda una familia. Un hombre joven recién casao con una joven del vecino pueblo de Cehegín...de los que se casan  con prisas…(tenía a la novia embarazada) .Este muchacho cogió unas tierras de regadío al rento en la casa de Don Pedro.
 El hombre trató de adaptarse a las costumbres del pueblo. En nada inmiscuía que no fuese su trabajo.  A la tierra que trabajaba, le correspondían unas horas de agua de la fuente. Aquel joven trabajador esperaba su turno y con su tanda de agua regaba las tierras arrendadas. Nunca tuvo ninguna discusión, porque respetaba y atendía al momento   la señal del alguacil de la heredad de la fuente. Así pues cambiaba el tablacho cuando terminaba su turno.
 Esta costumbre propia de las tierras de regadío, se utilizaba para evitar disputas entre los miembros de la heredad de regantes. Cuando terminaba un turno de riego, el alguacil encargado avisaba, al que estuviese regando en ese momento.  De esta manera no el regante apercibido no tenía que cerrar la compuerta que guiaba el agua a su terreno. Era el alguacil el que realizaba esta operación y distribuía los turnos para que el agua se enviase a otro regante. El presidente de la heredad medía con un reloj de arena el tiempo desde que el agua se encauzaba para la acequia. Finalizado el turno cambiaba la compuerta. Este cambio se avisaba, al regante para que fuese consciente de que ya sólo contaba con el agua que quedaba en la acequia. De esta manera podría  ajustar su tiempo a las necesidades de riego o si había terminado, podía devolver el agua al cauce.  Durante las horas de luz era costumbre  de la autoridad  avisar con un gesto, un grito o un silbido, sin embargo  cuando el riego se hacía de noche, se solía agitar un candil.
 El recién casado, salió de casa con su azada al hombro, una clara noche de verano víspera de San Juan, dispuesto a regar su parcela como tantas veces...
 Atravesó el paraje de la Peña Rubia y bajó por la cañada hasta su parcela. Mientras caminaba iba revisando y cerrando todas las compuertas para guiar el agua a su tierra.
 Nada mas disponer el riego, vio agitarse la luz del presidente de la heredad. Ni una gota de agua había llegado aún a la sedienta labor.
 -Pero bueno...exclamó... todavía no he empezado...¿que habrá pasado? 
Algún problema ha habido, pensó- alguna explicación me darán...mañana mismo hablaré con el presidente. Regreso a su casa, ciertamente ofuscado y en silencio. Su mujer sorprendida por la prontitud, le pregunto sobre lo ocurrido, mas, el no quiso preocuparla, y se limitó a guardar silencio. Al día siguiente fue a hablar con el presidente que  confirmó que su turno se ralizó correctamente, le  instó a que preguntase al resto de regantes. El recién casado volvió a su casa sin explicación por lo ocurrido, pensando que tal vez,  sería una broma por recién llegado. Por la tarde fue de nuevo a su finca y pudo comprobar como efectivamente, el agua se perdió en el cauce, porque llegó cuando él ya se había marchado . El verano era intenso, el miedo a perder la cosecha le obligaba a comprar una nueva tanda de riego. La esposa, atenta, observó como rebuscaba  el arcón del dormitorio, buscando dinero. Ella preocupada ante el distanciamiento de su amado, mientras servía la cena, insistía  en las preocupaciones -¿Qué tendrás en la cabeza, que no te deja dormir?... el esposo, frío y distante, asentía sin mediar palabra. Ella empezó a sospechar  alentada por las advertencias  familiares  y rumores que corrían acerca de la vida de soltero de su amado. No obstante, trato de confortarlo, pero ni una palabra salía de su boca.
 Esa noche se marchó al riego y no hubo beso de despedida. Al llegar al terruño, como ocurriese el día anterior, se repitió la historia.
 -Esta vez no lo consiento...se dijo...Con la azada en la mano, el paso decidido, y regañando entre dientes las cuestiones a debatir, comenzó a caminar mientras seguía viendo los brillos amarillos de la luz del candil. Aproximó los dos mil pasos, que lo separaban de la peña rocosa, en poco menos de diez minutos.
En la clara noche de san Juan, cuanto mas se acercaba a la fuente de luz, los destellos del foco luminoso se convirtieron en un caleidoscopio de tonalidades y brillos metálicos, azulados, y blancos. El silencio calló sus oídos en la trepidante algarabía nocturna del arrabal en estío. Ni el aire parecía tocarle, sus pies no sentían los guijarros bajo sus alpargatas, su cuerpo liviano y sus sentidos embaucados se acercaban a esa luz misteriosa, que  se desvanecía justo al sortear una  roca que ocultaba momentáneamente el resplandor. Al bordear completamente el peñón, la luz apagó casi toda su intensidad transformándose en el más hermoso y blanco rayo de luna que jamás había visto.
Ante sus ojos y  por encima de él, de pie,  como subida en un altar bajo la incandescencia del plenilunio, aparecía una joven de tez fina, blanca, cuerpo esbelto y larga melena dorada.  La joven no pareció sorprenderse ante el inesperado encuentro. Apoyada en el peñasco, mientras mesaba con su fina mano un mechón de su ondulado cabello, dejaba ver bajo un vestido de velo blanco, transparencia que difuminaba en las sombras, un cuerpo exuberante y delicado. No pudo mas este recién avenido al matrimonio, que levantar las cejas e intentar arreglarse el pelo, para terminar rascándose el cogote;... ni siquiera buenas noches, pudo decir. Durante un instante, la dama puso la vista en el horizonte agitando su melena con la suave brisa. El labrador, apreció en su cintura la hebilla de un gran cinturón que la joven ceñía caído hacia el lado izquierdo. Aquella hebilla brillaba como la misma luz, ¡¡parecía oro!!. La joven miró el cinturón, levantó la mirada mientras cogía un mechón de su pelo y jugueteaba con él acariciando su figura....  De repente  clavó sus profundos ojos verdes en el rostro del petrificado consorte .De su voz salió como melodía angelical una pregunta… ¿que prefieres amigo mío? ¿Mi pelo? ¿O la hebilla de mi cinturón?...el desposado, absorto, o confundido al pasar por su mente la imagen del hijo que esperaba, contestó...la hebilla. Ella se giró mostrando su espalda desnuda, la plenitud de sus formas y dejo caer el cinturón al suelo. En ese momento el coro celestial sonó una vez mas -  Sólo espero que dentro de cien años, aquel que me encuentre, me quiera y me libre de este penar.
Sin mas, se difuminó como levitando en unos pocos segundos; se perdió en la noche de san Juan, adquiriendo para siempre con sonoro tropel de lechuzas, grillos, ranas y ladridos lejanos, un carácter mágico y misterioso.
 El grupo local de rock Jalea, narra en una canción esta historia.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Retazos de historia :.


Algunas notas históricas de esta pedanía.

Con una población en torno a los 900 habitantes. Se encuentra situada al noroeste de la región de Murcia, a 545 metros sobre el nivel del mar sobre una llanura colindante con el vecino Campo de Cagitán y a escasos 4 kilómetros del vecino pueblo de Bullas.
Restos de antiguas villas y necrópolis romanas como la constatada en 1985 en el yacimiento conocido como Necrópolis de La Copa, durante la realización de unos desmontes agrícolas en los que aparecieron numerosos restos óseos humanos constituyen una parte del patrimonio arqueológico de esta pedanía. Éste yacimiento está localizado al Oeste de La Copa, en los márgenes izquierdo y derecho de la carretera que une la Casa de la Monja con la Casa de Don Pedro y en los que según varias fuentes orales, en los años 60’, durante unos trabajos de laboreo agrícola quedó al descubierto una de las sepulturas, cuyos restos fueron recuperados y expuestos durante varios años en la Casa de la Cultura de Bullas. Próximo a este paraje se encuentra el yacimiento de La Loma. El yacimiento se encuentra en el mismo cabezo donde se asienta el pueblo de La Copa de Bullas. No se han documentado restos de estructuras en superficie y el escaso material arqueológico documentado únicamente aparece en la ladera Este, la zona superior, con afloramiento de piedra, es posible que fuera utilizada como cantera.
Éstos yacimientos junto con los de La Fuente de la Carrasca, Las Fontanicas o el Bancal del Tio Carrulo constituyen los vestigios más antiguos de una historia que va a correr paralela a la de Bullas, tanto en sus mismos orígenes como población, que podrían situarse a principios del siglo XVII, como desde 1690, cuando sus habitantes deciden incorporarse al término de la recién creada Villa tras la secesión de la de Cehegín, uniendo así ambas entidades sus destinos hasta el día de hoy. Se hablaba entonces y durante bastantes años después de las dos Copas, la de Arriba (un pequeño caserío al pie del cerro de La Silla ) y la de Abajo, esto es, La Copa propiamente dicha. Aunque el origen del nombre de La Copa es bastante discutido. Las argumentaciones que ofrecen sobre el nombre de la Copa son inexistentes y en algunos casos improbables ya que se fundamentan en conclusiones especulativas e insostenibles en cualquier estudio serio sobre toponimia. Una de estas hipótesis habla sobre los asentamientos de labradores de la Copa de arriba y la Copa de abajo haciendo referencia a las "copas" de los árboles que se veían desde el núcleo urbano de Bullas en una clara alusión a las copas de los pinos que aparecen en el escudo de Cehegín al que perteneció Bullas y La copa pero que como decimos datan del siglo XVII. Esta teoria se desmonta ya que según un artículo de Mari ángeles Gómez Ródenas conservadora del Servicio de Museos y Exposiciones de Murcia -Colecciones arqueológicas procedentes de Lorca en el Museo Arqueológico de Murcia- se hace alusión a que la procedencia de la mayoría de las piezas de la colección Saavedra y de las otras colecciones en las que figuran varias copas de origen argárico se ubica en Bullas y Mula. También en el trabajo de Miguel San Nicolás del Toro- OBJETOS METALICOS ENEOLITICOS Y ARGARICOS EN MURCIA- hay varias alusiones a la existencia de poblados de este tipo en la zona. Una de las constantes en casi todos los yacimientos Argáricos son unas copas con un diseño peculiar, propias de las zonas productoras de vid, algo con lo que los fenicios comerciaban habitualmente, con lo que se abre la posibilidad de que el nombre de La Copa proviniese del hallazgo en tiempos pretéritos de algunos de estos ejemplares por los labriegos de la zona.
 Aunque no deja de ser una hipotésis, no debemos olvidar que aunque no se ha evidenciado ninguna información hasta la fecha en ningún archivo medieval, hemos de tener en cuenta que la zona fue repoblada en la reconquista con familias de labriegos cristianos, que contrariamente a la cultura musulmana existente y que solía usar de manera predominante la azada, utilizaban el arado con lo que las roturaciones son mas profundas y es pausible que se descubriesen algunos de éstos restos, que al igual que en otros casos datados en la zona las piezas se "perdiesen" entre los distintos intereses fácticos que gobernaban. El porque no hay evidencias es un misterio...no olvidemos que la comarca del noroeste quedó dividida durante el proceso de la reconquista y sometida a los vaivenes de las ordenes militares semi secretas, teniendo además evidencias del celo que tenían estos Cruzados, Santiaguistas, Templarios y demás sobre las copas y cálices mitificadas en la búsqueda del Santo Grial, la búsqueda se convierte en una tarea faraónica. Aunque existen referencias iconoclásticas a las “Dos Copas” como se las conoció en los documentos mas antiguos y que son obra de Fray Juan Gil de Zamora, también conocido como Fray Egidio (Zamora, España, 1241 aprox. - 1318 aprox.), uno de los principales intelectuales de la Edad Media española y que se pueden consultar en el texto de José María Alcázar Pastor -Vademécum sobre Cehegín-, el nombre de La Copa es a día de hoy un misterio, aunque en casi toda España se conoce la expresión "El Copón de Bullas" una alusión (que corrobora con algún matiz) a la copa como objeto; "cáliz", que no a la copa de un árbol...aunque ésto quede abierto a la interpretación que se haga de la trasmisión del lenguaje popular en la tradición oral.
La Copa tiene su antípoda en Nueva Zelanda en la provincia de Gisborne, cerca del punto exacto hay un pequeño pueblo Te Puia Spring. Link a:
http://www.panoramio.com/photo/18772415
De La Copa procede el jugador de fútbol del Getafe C.F, Juan Valera
http://www.getafecf.com/index.php?option=com_joomleague&func=showPlayer&p=30&pid=1600&Itemid=78